viernes, 28 de septiembre de 2007

viernes, 21 de septiembre de 2007

La mujer de mi hermano



Ignacio sospecha que su mujer se está acostando con su hermano menor; toma como indicios, entre otras cosas, su mal humor y lo evasiva que está con él. Sin embargo, dichos síntomas no son causados por una infidelidad, sino por el hastío que genera en Zoe el percatarse de la monotonía y la modorra en las que ha caído su matrimonio. Ignorante de ello, Ignacio se tortura pensando en la relación que existe entre su esposa y su hermano.

Conforme avanza la historia, Zoe divaga sobre su relación con Ignacio. Cae en cuenta de que siente seguridad y estabilidad con él, pero necesita algo más, cierta alegría y energía presentes en el inicio del matrimonio y que ya no están. La vida sexual de la pareja funge como paralelo perfecto del desarrollo de la relación. Ella cree que Ignacio ya no la ama.

La historia comienza a desencadenarse cuando Ignacio escucha casualmente a través del teléfono una conversación entre Zoe y Gonzalo luego de haber hablado con su esposa hacía unos minutos y de que ella le dijese que estaba con una amiga. En dicha conversación Zoe y Gonzalo intercambian un par de comentarios irónicos acerca de Ignacio. Cuando llega a casa en la noche y mientras Zoe duerme, Ignacio iracundo toma un cuadro que ella le había comprado a Gonzalo y lo arroja a la piscina. A la mañana siguiente, indignada y entristecida por el hecho, Zoe acude donde Gonzalo en quien encuentra consuelo y empatía. Esa misma noche Ignacio se disculpa con Zoe.

Dias después Ignacio llama a Gonzalo buscando aclarar las cosas. Gonzalo contesta de mala manera e Ignacio adopta un carácter conciliador durante la conversación que es terminada por Gonzalo con indiferencia. Ignacio indignado y eufórico por la actitud de su hermano, lo llama de nuevo para insultarlo y amenazarlo. Gonzalo responde a esta agresión llamando a Zoe para invitarla a su apartamento, donde hablan sobre Ignacio y coquetean un poco. Para Zoe su relación con Ignacio está en un punto crítico y sólo puede pensar en cuánto desea a Gonzalo. A partir de este momento, comienza en Zoe la lucha interna entre quedarse en la comodidad y seguridad de su hogar con Ignacio, o arriesgarlo todo y vivir una aventura amorosa con Gonzalo. Ella escoge lo segundo.

Una tarde, luego de haber dormido juntos, Zoe y Gonzalo conversan sobre por qué la relación entre ella e Ignacio se había deteriorado de la forma en que lo hizo. Gonzalo lanza un comentario que repercutiría en Zoe: Ignacio es homosexual. Después de pensarlo mucho, Zoe escribe una carta en su ordenador explicándole a Ignacio sus sentimientos y diciéndole que ama a otro hombre, sin embargo, luego de hablar con Gonzalo, éste la convence de no entregársela a su esposo. Una mañana, Zoe pregunta a Ignacio si él es homosexual, él responde que no, y ella insiste repreguntando. Antes de ir al trabajo, convencido de que fue Gonzalo quien plantó esas dudas en su esposa, Ignacio va a su departamento, donde le increpa vehementemente sobre lo sucedido. Gonzalo responde a ello acusando a Ignacio de haberlo violado cuando eran niños. Ignacio lo acusa de mentiroso y se va fuiroso. Gonzalo rompe a llorar y recuerda todo lo sucedido.

Zoe toma una decisión: dejar a Ignacio y no ver a Gonzalo, desaparecer unos días. Empaca sus cosas y se muda a una habitación en un lujoso hotel. Deja una nota a Ignacio diciéndole que pasará unos días en casa de sus padres. Horas más tarde, al encontrar la nota (sumada a la carta escrita por Zoe que Ignacio encontró el en ordenador), Ignacio enfurece, él está seguro que Gonzalo y Zoe tienen una aventura. Ya en el hotel, Zoe pasa unos días de relajo, hasta que cae en cuenta que está embarazada. Ella se lo cuenta a Gonzalo, quien responde iracundo instándola a abortar. Ignacio se encuentra en una desayuno de trabajo en el mismo hotel donde está hospedada Zoe y, de casualidad, ve a Gonzalo salir de un elevador. Ignacio pregunta en la recepción por Zoe y descubre que ella está hospedada en ese hotel. Ignacio en forma de venganza manda a Zoe unas flores con una nota felicitando a Gonzalo y a ella (por la relación, el ignora el embarazo de Zoe).

Zoe se siente confundida. Va al departamento de Gonzalo y le trasmite su decisión de tener al bebé. Gonzalo se niega a asumir responsabilidad alguna y propone a Zoe mentirle a Ignacio diciéndole que él es el padre. Zoe, impactada por la decisión de Gonzalo regresa a su hotel. Ahí recibe un paquete de Ignacio con un teléfono celular y una nota explicando que guardados en el discado rápido del teléfono están los números de él y de Gonzalo. En su casa, Gonzalo recibe un paquete de características similares. Zoe acude a una clínica para hacerse un aborto, pero a último momento, se arrepiente.

Zoe llama a Ignacio y él responde con naturalidad, ella le pide que la visite en el hotel. Ya ahí, conversan tranquilamente e Ignacio le dice que la ama por sobre todo y que perdona su infidelidad (dentro de sí piensa que le está diciendo a Zoe lo que ella quiere oír). Ella le confiesa que ya no existe relación alguna entre ella y Gonzalo, y que está embarazada. Ignacio acoge a Zoe, sabiendo dentro de sí que el bebé no es suyo. Zoe le dice que quiere tener al bebé y que nunca más volverá con Gonzalo. Ignacio admite ante Zoe que la relación entre ellos ya no existe, pero la invita a seguir viviendo en su casa y se ofrece a ser el padre del niño. Y ocurre entonces la confesión más esperada: Ignacio le dice que le tiene que confesar algo que le da mucha pena, le gustan los hombres y le advierte a Zoe que si acepta esa situación, siguen juntos. Entre llantos, Zoe acepta y le dice "es lo justo".

La novela termina con el nacimiento del niño. Ignacio manda un correo electrónico a Gonzalo con las fotos del bebé contándole que por fin él y Zoe han podido ser padres y mandándole cariños. Gonzalo ignorante de todo lo que pasó pronuncia las últimas palabras de la novela: El tonto de Ignacio creyó que es su hijo.

viernes, 14 de septiembre de 2007

The Pursuit of Happyness


Chris Gardner (Will Smith) vivía en San Francisco, donde se dedicaba a vender a médicos y hospitales unos escáners que a pocos les interesaba। Pero tenía que venderlos, porque era su trabajo y porque había llenado su apartamento de ellos. A su esposa Linda (Thandie Newton) no le hacía mucha gracia: vendía poco y ganaba menos, por lo que ella terminaba cargando con el peso económico de la familia.
Chris más o menos se encargaba de llevar y recoger a su hijo Christopher a la escuela, pues no tenía un horario fijo. Pero andaba constante e infructuosamente buscando un empleo mejor y en esas carreras no podía cumplir con sus tareas. Inevitablemente, Linda se cansó de la situación y se fue de la casa. Pero Chris exigió quedarse con su hijo, con el cual tenía una excelente relación, y a pesar de lo complicado de ocuparse de vender las máquinas, buscar trabajo y cuidar al niño. Justamente en la pared de la escuela vio el graffiti de la palabra happiness (felicidad), pero mal escrito: happyness। Y ese era su objetivo en la vida, ser feliz, como manda la constitución de los Estados Unidos.

The Pursuit of Happyness narra las desventuras de este hombre, cuya falta de un ingreso mensual fijo provocó que no le renovaran el alquiler y se viera de un momento a otro sin casa... y con su hijo a cuestas. También perdió su auto, porque no tenía dinero para pagar las multas por estacionarse indebidamente. Una historia conmovedora y dramática hasta las lágrimas, que sin embargo es contada con pinceladas cómicas, de manera que el sufrimiento resulta menos difícil de digerir. Y una moraleja sobre la lucha contra la adversidad y los frutos de la perseverancia.

Chris Gardner no perdió las esperanzas y siguió cuidando a su hijo, compartiendo con él alegrías y tristezas. Aunque sus solicitudes de empleo eran archivadas, él insistió y abordó a los ejecutivos responsables. Fue así como de casualidad, resolvió en unos pocos minutos el cubo mágico -que ya había practicado con su hijo- delante de uno de ellos y lo impresionó de tal manera, que logró un internado en la compañía.

Lo malo es que el internado era sin sueldo y para competir por un puesto, entre varios. La película lo va conduciendo a uno por un espinoso camino en el cual es imposible contener el llanto, sobre todo en la escena en la que, al no encontrar lugar en el albergue para los desamparados, Chris y su hijo tienen que dormir en un baño público. Este hombre nunca perdió la esperanza y no paró hasta lograr lo que buscaba, así que al menos podemos esperar un final feliz, pero hay que seguir el camino y aprender que no hay mal que dure cien años.

Una cita esencial es el consejo que alguna vez Chris le da a su hijo: "No permitas que nadie te diga que no puedes hacer algo. Si tienes un sueño, debes protegerlo. Si quieres algo, anda y consíguelo. Punto".